29 octubre 2016

La chica olvidada, de Francisco Segura



Lo local es el marco en el que se encuadra lo universal en la novela negra. Creo que esto ya lo dije, ¿verdad? Bueno, es que estoy mayor y me repito un poco, y más cuando no sabes cómo empezar. Aparte de una torpeza para los comienzos que puede ser algo congénito en mí, es que cuando hay tanto que decir, una empieza a decirse que si por este tema que si por el otro, y no se sabe por dónde tirar. Pues directamente. ¿Alguien en la sala ha leído ya La chica olvidada de Francisco Segura? Los que la hayan leído que no estorben. Los que no, atentos. Si os gusta la novela negra y os gusta su localismo, tenéis que leerla. Os sentáis cómodamente, porque no la podréis dejar, y os armáis de valor y ecuanimidad, porque es fuerte. Si sois de Cartagena, ya mismo, que si este alcalde se lleva Cartagena, con todo su teatro romano, su marinería y su puerto, a Almería, ya va a tener menos gracia la cosa.
Muertes horribles y misteriosas de unas jóvenes en los años ochenta son investigadas por el comisario Campillo, que inicia así la narración de sus andanzas en una saga que promete mucho. Esta investigación lo remite a sus años juveniles, a finales de los años cincuenta, a su pandilla, a sus amigos de entonces y a los escenarios de sus escapes y atrevimientos adolescentes. Por tanto, lo local se vuelve también temporal, puesto que a través de sus recuerdos y de su investigación, conocemos la ciudad de Cartagena, en dos tiempos distintos, y además la ciudad querida del autor. Diacronía y sincronía, espacios en el momento narrativo y en un tiempo lejano traído al recuerdo. Este juego de tiempos y espacios constituye además la solución del caso. Y una solución que se ajusta a lo que suele pasar en la realidad, que no hay un desvelamiento inmediato del culpable, sino un lento proceso de acumulación de pruebas que puede llevar años desarrollándose en una comisaria, gracias a la perseverancia de un buen comisario. Al final, hay justicia, tranquilos. Pero es una amarga justicia, porque el mal está hecho y los crímenes no son precisamente de salón y mayordomo, ni siquiera de mafiosos y hampa que se matan entre ellos y aquí no pasa nada. Digamos que además de negra es costumbrista. Esto tiene la novela negra, que no puedes hablar mucho porque puedes descubrir más de lo que se debe para preservar la intriga de quien la lea.
El autor, Francisco Segura, es un novelista tradío, pero es un novelista nato. Un narrador que parece soltar sus historias y sus personajes como un torrente. Esa es la impresión que se tiene, aunque lógicamente no puede ser así, dado que la estructura novelesca es compleja y está muy bien dosificada y organizada. De estilo seco y natural, como debe ser en estos casos, de diálogos rápidos y coloquiales, la novela corre por delante del lector, el cual la va persiguiendo sin poder dejarla.
Leedla, que nunca podréis olvidarla. La chica olvidada ya no lo es, va a quedar en la memoria de todos los que lean esta novela.

1 comentario:

Miguel Ángel Velasco Serrano dijo...

En cierta ocasión te comenté que me habría gustado estar en tus clases de literatura. No pudo ser cuando me correspondía. Ahora, leyéndote, de alguna manera suplo aquella deficiencia. Disfruto de tu disertación explicativa de esa novela, y con eso me conformo. No la voy a leer, que otros temas me apremian; lo comprenderás, lo sé.

Sin embargo, dejas caer una afirmación que, aunque sólo sea imaginaria, me alarma: ¿peligra Cartagena? Si se la llevan a Murcia, ¿cómo la podrá besar el Mediterráneo? Ya veo inundada media autonomía…