15 octubre 2006

Molina Sánchez


Para mí es una persona familiar, de hecho, siendo niña, le decía tío. Era una alegría cuando llegaba a nuestra casa y lo primero que le pedíamos es que nos hiciera el "pajarico". Entonces juntaba los labios y emitía un gorjeo exactamente igual que el de un gorrión. Mis madre tenía té en el aparador cuando nadie en este país tomaba té, porque a él y a Amparo, su mujer, les gustaba tomarlo.
Hace unos días, en la inauguración de una exposición homenaje a mi padre, los dos, ancianos y cansados, se encontraron y se dieron un abrazo. Han sido amigos toda su vida, han viajado juntos, se han querido y conocido. Mi padre hizo un gesto señalando el bastón que José Antonio llevaba. Quería preguntarle algo que él ya sabía: "¿Tú también, amigo mío, llevas bastón? ¿Estás tan viejo como yo?", porque seguramente en la mente de mi padre José Antonio sigue siendo el hombre joven que conducía una moto con sidecar y que le gritaba desde el tendido que se retirara del ruedo donde se toreaban unos novillos. José Antonio, que no tenía hijos, quería preservar la vida de su amigo que sí los tenía. Él era prudente, mi padre quizás un poco temerario. Esa imagen debe ser la que mi padre tenía en su frágil memoria, no la de un anciano con bastón.
Hace unos días me contaron una hermosa contestación de José Antonio. Siempre ha tenido mala visión, pero con la edad este problema se ha agudizado. Alguien le preguntó si eso le daba muchos problemas para pintar, y él contestó: "Cuando me pongo a pintar no me acuerdo de que no veo"
Toda una definición del arte.

No hay comentarios: